Hace un par de días hablaba con una de mis compañeras de piso sobre la infancia. Ella pensaba que no sería nada agradable volver a tener 5 años, decía que no guardaba ningún buen recuerdo de su infancia.
Puede que esté de acuerdo con ella en algo, y es que tener 21 años te da mucha más libertad de movimientos que ser un infante. Pero, ¿qué pasa con los recuerdos de aquellos años? Me encantaría saber que los tengo y , por qué no, volver a ellos, revivirlos como en uno de esos flashbacks de las películas.
En términos neurológicos estos flashbacks se denomian reminiscencias, y al parecer guardan una estrecha relación con la estimulación de los lóbulos temporales. Esta estimulación puede producirse por una alteración cerebral, como le ocurrió a una paciente de casi 90 años. Empezó súbitamente a recuperar canciones de su infancia en irlanda, letras y melodías que oía con total claridad, tanto que pensaba que provenían de un aparato de música que debía haberse dejado encendido.
Esther Salaman habla, en su hermoso libro "Recuerdos involuntarios", de la necesidad de preservar, o recuperar "los sagrados y preciosos recuerdos de la infancia", de lo empobrecida y desarraigada que resulta la vida sin ellos. Cita a autores como Dostoievski que señala que todos somos "exiliados de nuestro pasado" y de ahí la necesidad de recuperarlo.
El repertorio de canciones de esta anciana fue reduciéndose conforme su cerebro de recuperaba del daño que había sufrido. Las canciones fueron bajando el volumen y finalmente se extinguieron.
Reflexionando sobre este caso, más tarde, pensé que sería bonito tener esa experiencia, saber que, aunque no tengamos conciencia de ellos, nuestros recuerdos más tempranos están ahí, vivos, en nosotros, a la espera de la señal adecuada para hacerse manifiestos. Al parecer debe ser un sentimiento muy intenso, profundamente agradble, pues esta señora tras haber recuperado su "normalidad" acudió de nuevo a consulta para informar de su nuevo problema: "Necesito estos recuerdos, necesito que esto siga".
El caso descrito y la referencia de Salaman han sido extraídos del libro: "El hombre que confundió a su mujer con un sombrero". Autor: Oliver Sacks.
Puede que esté de acuerdo con ella en algo, y es que tener 21 años te da mucha más libertad de movimientos que ser un infante. Pero, ¿qué pasa con los recuerdos de aquellos años? Me encantaría saber que los tengo y , por qué no, volver a ellos, revivirlos como en uno de esos flashbacks de las películas.
En términos neurológicos estos flashbacks se denomian reminiscencias, y al parecer guardan una estrecha relación con la estimulación de los lóbulos temporales. Esta estimulación puede producirse por una alteración cerebral, como le ocurrió a una paciente de casi 90 años. Empezó súbitamente a recuperar canciones de su infancia en irlanda, letras y melodías que oía con total claridad, tanto que pensaba que provenían de un aparato de música que debía haberse dejado encendido.
Esther Salaman habla, en su hermoso libro "Recuerdos involuntarios", de la necesidad de preservar, o recuperar "los sagrados y preciosos recuerdos de la infancia", de lo empobrecida y desarraigada que resulta la vida sin ellos. Cita a autores como Dostoievski que señala que todos somos "exiliados de nuestro pasado" y de ahí la necesidad de recuperarlo.
El repertorio de canciones de esta anciana fue reduciéndose conforme su cerebro de recuperaba del daño que había sufrido. Las canciones fueron bajando el volumen y finalmente se extinguieron.
Reflexionando sobre este caso, más tarde, pensé que sería bonito tener esa experiencia, saber que, aunque no tengamos conciencia de ellos, nuestros recuerdos más tempranos están ahí, vivos, en nosotros, a la espera de la señal adecuada para hacerse manifiestos. Al parecer debe ser un sentimiento muy intenso, profundamente agradble, pues esta señora tras haber recuperado su "normalidad" acudió de nuevo a consulta para informar de su nuevo problema: "Necesito estos recuerdos, necesito que esto siga".
El caso descrito y la referencia de Salaman han sido extraídos del libro: "El hombre que confundió a su mujer con un sombrero". Autor: Oliver Sacks.