18 diciembre 2005

Blogger invitado

En noviembre recibí una invitación desde EnPsique para participar en su blog como invitado con motivo de su primer aniversario. Con mucho gusto acepté publicar en su blog, y el resultado ya puede ojearse. Os recomiendo leer otros interesantes artículos como el de "la sexualidad en EnPsique: una restrospectiva", o el artículo de Kaftrado (asiduo visitante de esta casa), titulado "Yo versus Superyo" (los dos publicamos sobre lo mismo pero con una orientación diferente, podemos asegurar que no hubo acuerdo).
Post breve, más bien un "redireccionable", dirigido a los fieles visitantes de este blog; las personas con más paciencia dentro de este universo de bitácoras.

08 diciembre 2005

Fobias


Camino de la facultad atravieso una larga avenida de cuatro carriles que discurre paralela al cuartel. Como en las grandes ciudades en épocas difíciles, los alrededores de este vasto terreno militar deben estar libres, tan sólo rodeados de avenidas o calles amplias.

Normalmente es un tramo del trayecto que pasa rápidamente, ya que como no hay obstáculos que sortear me dejo llevar por mis pensamientos y no vuelvo a ser consciente de lo que ocurre por allí hasta que comienzo a subir lo primeros peldaños que conducen directamente a mi facultad.

Pero hace un par de días algo rompió la rutina de este paseo, una chica que caminaba delante de mí, se colocó de pronto en el centro de la avenida, entre dos carriles por los que transitan gran cantidad de coches a esa hora. Intenté reconocer alguna clave en la escena que le hubiese hecho exponerse a esa situación tan peligrosa. A lo mejor la chica quería cruzar a la otra acera y se arrepintió a la mitad del camino, quizás había algo en la acera, una obra tal vez, que la hizo apartarse hacia la carretera, busqué cualquier pista que confirmara alguna de mis hipótesis, pero nada.

Al cabo de un par de metros la chica regresó a la acera y prosiguió como si nada. Me fijé en ella pero también en un chico que paseaba a su perro y que en ese momento se cruzaba conmigo. Entonces caí en la cuenta, yo no había visto el momento en el que la chica y el chico se cruzaron, y no me hubiese sido posible verlo porque ese momento no existió. La chica debía tener miedo a los perros y por eso huyó de ese encuentro.

Dicen que uno de los criterios para distinguir una fobia patológica de un miedo común es la interferencia de esa fobia en la vida diaria de la persona. En este caso la fobia no impidió que esta muchacha saliese a la calle, pero claramente la empujó hacia una situación arriesgada. Es interesante pararse a reflexionar en este punto. Subjetivamente el perro representaba para esta persona una clara amenaza, siguiendo a las teorías cognitivo-conductuales, la imagen del animal activaría una serie de pensamientos y sentimientos en esta mujer que finalmente serían los últimos responsables de su conducta. Sin embargo, objetivamente la probabilidad de sufrir consecuencias negativas por un atropello es mayor a la probabilidad de ser mordido por un perro (por no hablar del alcance de unas consecuencias frente a otras). Pero las personas que padecemos alguno de estos miedos irracionales no evaluamos nunca datos realistas como estimaciones de probabilidad, alcance de las consecuencias, alternativas basadas en la experiencia, posibles soluciones, etc.

Desde hace algún tiempo noté que las alturas me ponen algo nerviosa, especialmente cuando se trata de moverte próxima al vacío u observando la caída bajo tus pies. El problema es que mi miedo ha ido en aumento; lo que antes sólo me alteraba, ahora prácticamente me paraliza. Puedo andar por el borde de una montaña e ir ascendiendo o descendiendo por él mientras observo la ladera y la pendiente, pero lo hago a un ritmo mucho más lento que antes y con mucha más inseguridad. Es paradójico pero es el miedo quien crea miedo. Las primeras veces que me exponía a estas situaciones, como por ejemplo cuando subí a la torre Eiffel y veía el suelo de París entre el enrejado del suelo, pensaba que aquello estaba muy alto, que si me caía desde ahí arriba no lo contaría, y que todo se solucionaría si no me acercaba a la barandilla ni a las escaleras. Así, he ido aferrándome cada vez con más fuerza a señales de seguridad como ir delante o detrás de una persona en la que confío, pegarme siempre al lado interior y agarrarme a algo sólido antes de dar cualquier paso, etc. Todas estas conductas han conseguido que me sienta “menos incómoda” cuando tengo que pasar por alguna situación de este tipo. Esta reducción de la ansiedad resulta agradable para mí, lo que algunos psicólogos llamamos reforzante, y todo refuerzo incrementa la frecuencia de emisión de una conducta, con lo cual cada vez me agarro más fuerte y camino más lento, lo que hace que mi potencial en esas situaciones cada vez se reduzca más. Yo percibo esto, me percibo más torpe cada vez y esto me lleva de nuevo a pensar que voy a caerme, que me resbalaré, etc., el bucle infinito del que tantas veces oímos hablar y del que tanto cuesta salir.

Y luego viene la parte más dura, yo tengo éste y muchos otros problemas, yo soy psicóloga y he estudiado toda esa teoría sobre como se crean y mantienen las fobias, así como cuáles son los mejores métodos para erradicarlas, me empleo con ganas en solucionarlo, me repito la teoría una y otra vez, todas las veces que sea necesario, pero en la facultad sólo nos enseñan el papel del profesional, y me doy cuenta que representar al paciente es mucho más complicado, por eso ellos nunca dejarán de sorprenderme.