08 agosto 2006

Motivos (II)


(...) "¿No podeís daros más prisa, cerdos?" En unos minutos reaunadamos el trabajo en la zanja justo donde lo habíamos dejado el día anterior. El suelo helado crujía bajo la acción de las piquetas, y saltaban chispas. Los hombres permanecían en silencio, como con el cerebro entumecido o anestesiado.

Mi mente todavía se aferraba a la imagen de mi mujer. De pronto me asaltó una inquetud: no sabía si aún vivía. Sin embargo, ahora estaba convencido de una cosa, algo que había aprendido demasiado bien: el amor trasciende la persona física del ser amado y encuentra su sentido más profundo en el ser espiritual del otro, en su yo íntimo. Que esté o no presente esa persona, que continúe viva o no, de algún modo pierde su importancia. Ignoraba si mi mujer vivía y carecía de medios para averiguarlo (a lo largo de mi cautiverio jamás tuvimos contacto postal con el exterior); aunque en ese momento esa cuestión tan vital dejó de importarme. No sentía ninguna necesidad de comprobarlo: nada podía afectar a la fuerza de mi amor, de mis pensamientos o a la mirada amorosa de su figura espiritualizada. Si por aquel entonces hubiera conocido la muerte de mi mujer, creo que aun así me habría entregado - insensible a la realidad - a la contemplación de su imagen y mentalmente habría conversado con ella con la misma viveza y satisfacción. <<>> (Cantar de los Cantares 8,6).

(...) Cualquier tentativa de buscar arte en el campo adquiría, en general matices grotescos. La posible leve sensación artística, pienso yo, surgía del fantasmagórico contraste entre lo chusco del espectáculo y la desolación de la vida en el campo, que le servía de telón de fondo. Nunca olvidaré que en mi segunda noche en Auschwitz la música me despertó de un sueño profundo. El vigilante del barracón celebraba una especie de fiestecilla en su habitación, próxima a nuestra puerta. Unas voces achispadas tarareaban canciones conocidas. De pronto se hizo el silencio y en medio de la noche un violín tocó un tango triste y desesperado, una melodía desconocida y quizá por eso más atractiva. Mientras el violín parecía "llorar" el tango, una parte de mí también lloraba: aquel día alguien cumplía veinticuatro años. Ese alguien dormitaba en algún lugar de Auschwitz, tal vez a unos cientos o unos miles de metros de mí; aunque esos pocos metros dibujaban una barrera infranqueable. Ese alguien era mi mujer.


(Viktor Frankl: El Hombre en Busca de Sentido.)

4 comentarios:

el mono azul dijo...

No puedo evitar mostrar empatía con estos relatos. Me queda un mal cuerpo...me lleno de ira y me revuelve la conciencia pensar que en algún lugar alguien se merece sufrir por partida doble lo que una vez provocó.
Debo pulir este sentimiento...

Anónimo dijo...

Me colé en tu blog pasando de un enlace a otro. Me gusta lo que he visto (con más tiempo leeré un poco más). Te dejo mi enlace para que me visites cuando quieras :o)

Hasta la próxima visita! ;)

Nere dijo...

Cómo evitar sentir afecto por ellos, cómo detener la rabia contra los responsables de aquella pesadilla. La historia tiene muchas caras, pero ante ciertos acontecimientos no hay desacuerdo posible. Me gustó leer en el mismo libro unos párrafos que revelan gran sensatez a pesar de lo sufrido por su autor, a ver que pensáis:

“Es evidente que el mero dato de saber si un hombre fue guardia del campo o prisionero nada nos revela de su intimidad. La bondad humana se encuentra en todos los grupos, incluso en aquellos que, en términos generales, merecen ser condenados. Las fronteras entre estos grupos se difuminan y sobreponen en muchas ocasiones, y no debemos simplificar las cosas afirmando que unos hombres eran ángeles y otros demonios. Si un capataz, a pesar de las perniciosas influencias del campo, se mostraba amable con los reclusos, eso suponía un gran logro moral, mientras resultaba despreciable la vileza del preso que maltrataba a sus propios compañeros. Obviamente, estos hombres crueles desconcertaban hasta la desesperación a los prisioneros, mientras se sentían profundamente conmovidos por el mínimo gesto de afecto de cualquiera de los guardianes. Recuerdo el día en que un capataz me dio a escondidas un trozo de pan, seguramente guardado de su propia ración de desayuno. Sin embargo, me obsequió con algo más que un trozo de pan, me dio un "algo" humano que me hizo saltar las lágrimas: la palabra y la mirada con que acompañó el regalo.
De todo lo expuesto debemos concluir que hay dos razas de hombres en el mundo y nada más que dos: la "raza" de los hombres decentes y la raza de los hombres indecentes. Ambas se entremezclan en todas partes y en todas las capas sociales. Ningún grupo social se compone exclusivamente de hombres decentes o indecentes. En este sentido, ningún grupo es de "pura raza". Por eso, a veces, asomaba entre los guardias alguna persona decente.

La vida en un campo de concentración desgarraba el alma humana y exponía a la luz sus abismos más escondidos. ¿Puede sorprender que a ese nivel de profundidad encontremos cualidades humanas que, en su intima naturaleza, estén compuestas de bien y de mal? La frontera que separa el bien del mal, y que imaginariamente atraviesa a todo ser humano, fondea en las honduras del alma y hasta allí penetró el bisel de los sufrimientos soportados en un campo de concentración.

La Historia os brindó la oportunidad de conocer al hombre quizá mejor que ninguna otra generación. ¿Quién es, en realidad, el hombre? Es el ser que siempre decide lo que es. Es el ser que inventó las cámaras de gas, pero también es el ser que entró en ellas con paso firme y musitando una oración.


Gracias por pasar por aquí Mono.

Nere dijo...

La memoria, Quizá, eso es algo que jamás nos podrán arrebatar. Como dices, mis sentimientos y pensamientos quedan fuera de su alcance. Respecto a los americanos cada día resulta más difícil pues van ganando adeptos entre nuestros conocidos, abstraerse de todo esto no siempre es fácil. No obstante, siempre me quedará un refugio para mí, ese lugar del que hablamos inaccesible a terceros.

Por cierto, ¿se cumplieron tus expectativas después de la larga espera?


Elogan, gracias por pasarte por aquí. Ahora mismo estoy publicando a través de un amigo porque no tengo internet, pasaré por tu blog en cuanto me sea posible.

Un saludo.